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De acuerdo con los psicoanalistas Alejandro Radchik y Xochitl Gonzalez, existe una fuerza que emana del inconsciente llamada «impulso de muerte», el cual es el responsable de que las personas construyan castillos de arena para luego destruirlos con relaciones en las que parece que el fin de la unión es humillar, opacar y hacer sufrir al otro, teniendo la necesidad de demostrar que se tiene el control.
Lo peor de este tipo de relaciones es que, además de perjudicar la salud mental y emocional, la mayoría de las ocasiones, las personas inmersas en ellas no son conscientes de que están viviendo abuso por parte de su pareja debido a su dependencia emocional y falta de autoestima.
Mecanismos cerebrales aprendidos
Existe un mecanismo cerebral que explica muy bien el motivo por el cual las personas se vuelven adictas a las relaciones tóxicas: es conocido como el sistema de recompensa del cerebro.
Este mecanismo es el encargado de mediar la sensación de placer en el organismo y se activa frente a estímulos o acciones que generan gusto en el individuo. La dependencia emocional funcional es igual que un mecanismo de recompensa, en el momento que la persona siente una recompensa con alguien que en algún momento la trató bien e hizo sentir querida, se engancha a esa sensación.
“Las personas con dependencia emocional tratan de suplir carencias afectivas (puede que del pasado) y pretenden que el otro les de lo que ellos mismos no son capaces de darse. Esta sensación les lleva a mendigar cariño y es cuando pueden empezar los desencuentros amorosos y fallidos”.
Explica Radchik.
En este sentido, esa búsqueda también puede corresponderse con otro mecanismo aprendido: la memoria procedimental. Este tipo de memoria almacena la información relacionada con procedimientos y/o estrategias que nos permiten interactuar con el medio ambiente. Se trata de un sistema de ejecución en el que se encuentran las habilidades motoras aprendidas: escribir, conducir, andar en bicicleta, etc. En el caso de las relaciones tóxicas, aplicando esta teoría, llega un momento en el que la búsqueda constante de esos patrones y sensaciones se instala en el cerebro y no sabe actuar de otra manera. Sucede también que la propia persona no sabe gestionar sus emociones o comportamientos fuera de los corsés tóxicos.
Baja autoestima e infancia
Por otro lado, según la psicoanalista Xochitl Gonzalez, las personas que suelen vivir en relaciones tóxicas experimentan un grado de maltrato psicológico que hace que su amor propio se resienta y quede vulnerable. Así, en un doble factor en el que se vuelve a buscar esta sensación, se recae con personas del mismo perfil tóxico. Este comportamiento también está muy ligado a la idea de »la culpa». Cuando una persona se encuentra en un momento de baja autoestima, es común que piense que todo es su culpa y que merece lo malo, pues se siente más cómoda en ese terreno.
Asimismo, la infancia resulta la base de las emociones, por lo que cuando los padres exigen demasiado en esta etapa de la vida o existe algún tipo de maltrato o ausencia por parte de uno de los progenitores, es probable que en la vida adulta se sufra de »trauma de apego», sobre todo en su vertiente ansiosa. Es decir, se desarrolla una hipersensibilidad al rechazo, por lo que se intenta llamar la atención y el amor de los demás a toda costa, sobre todo de personas con un perfil parecido a las del trauma de origen: exigente, autoritario, agresivo, evasivo o poco cariñoso, etc.
Si existe este patrón en tu vida, este es el momento de dar un paso atrás y romper el ciclo que te está llevando por un camino solitario y autodestructivo. Busca ayuda de los profesionales.
*Con información de Dr. Alejandro Rdchik Hercemberg, miembro titular didáctico de la Sociedad Psicoanalítica de México, así como psicoanalista didáctico de la Asociación Psicoanalítica Internacional IPA, se formó como posicoanalista en la Sociedad de Psicoanalisis y Psicoterapia SC.
